lunes, 16 de febrero de 2015

Conocer el mar...

En el Mar Menor en San Javier (Murcia)
A los 12 años fui una de las ganadoras de un concurso nacional de narrativa infantil que se denominó: MIRANDO HACIA EL MAR.

El cuento que escribí fue: Vida de un marinero moribundo... y el premio era conocer el mar, debía viajar sola, subir a un avión de la FAC y pasar unos días en Cartagena de Indias con 58 niños y niñas de todo el país.

La respuesta de mis padres sobre este viaje fue clara y contundente: NO.

A los doce años no dimensionaba todos los peligros que rodeaban tan maravilloso premio.

Mis papás en eso de las excursiones escolares fueron muy protectores y mi papá tenía una teoría que desafortunadamente cada semana santa, cada mitad de año y cada fin de año confirman las noticias: por alguna extraña razón algunas excursiones terminan en tragedia. 

En esa época me pareció el fin del mundo, lo cierto del caso es que en un enero de la década de los noventa conocí Cartagena de Indias, conocí el mar y he vuelto muchas veces al mar.


Vida de un marinero moribundo


Por Patricia Romero Sánchez

Érase una vez un anciano venerable con  una larga y espesa y blanca barba, que vivía retirado y solo, con su fiel amigo de siempre y compañía de cuarto en el barco, el también viejo pero avaro, Fucha.

Ambos hablaban de sus aventuras con nostalgia. Cada uno haciendo referencia a lo ocurrido en el mar.

El primero llamado Luis tuvo una infancia triste. Su padre murió cuando apenas tenía dos años, su madre murió de pena moral.

Quedando al cuidado de su tío Juan, un experto marinero en  el barco de éste, Luis conoció lo más insólito de la vida marina: la hermosura de los corales, gigantescos pulpos, la necesidad de colectividad entre las medusas.

Llegó la hora en que tuvo que partir el tío Juan dejando sólo  a Luis.

Creciendo y aplicando todo lo que le enseñó el tío Juan. 

Estaba Luis tan enfermo que a veces hablando dormido, deliraba y al despertar sus sueños se desvanecían.  Las nostalgias que le traían los recuerdos de sus dichas y sus penas.

Había sido criado en el mar, nació en él, creció y tuvo que dejarlo; quería morir en él. No soportaba la tierra, quería morir entre tiburones, ballenas, en ese mundo azul fantástico, tan fácil de imaginar, pero tan peligroso.

Fucha, su amigo, no soportaba la indiferencia de Luis.

Llegó un momento crítico, Luis moría. Fucha lo oyó: 

Vamos a la balsa, cuando lleguemos tírame.
  
-          ¡Oh!  no seré capaz.

-          Eres mi amigo.

-          Si lo soy.

-          Cumple mi voluntad.

Ambos se encaminaron hacia la balsa. Cuando llegaron a alta mar expiró Luis. Fucha lo envolvió y lo hundió  en el instante, viéndose un rayo caer que estremeció la tierra. Luis murió tranquilo, murió en su hábitat: El mar.

Tomado de MIRANDO HACIA EL MAR. Cuentos ganadores del concurso sobre temas marinos entre los niños colombianos. Primera edición Diciembre de 1984. División de Comunicaciones. Sección de Publicaciones. Instituto Colombiano de Bienestar Familiar.

Jurado: Elisa Mújica, Julia Rodríguez, Gabriel Restrepo, Enrique Sánchez, Conrado Zuluaga. 

Promovido por: Doña Rosa Helena Álvarez de Betancur Primera Dama de Colombia.