viernes, 13 de marzo de 2015

Duele

Yo fui donde Yotakata, mi maestro zen para que me consolara, yo creí que él me iba a decir:

La gota divina volvió al océano de la felicidad,
no comienza no termina es eterno
cosas así – no es cierto?

Dios da, Dios quita, Bendito sea Dios,
todas esas consolaciones – No es cierto?

Y él me miro y me dijo una sola palabra,
me dijo “duele”,
y ahí comprendí,
que el dolor hay que asumirlo,
se asume el dolor, y duele,
y mientras duele, duele;
y luego el duelo se va haciendo naturalmente
y se va pasando.


Alejandro Jodorowski

martes, 10 de marzo de 2015

Temblor en el piso 12 o humildad ante la Madre Naturaleza

Ayer alrededor de las cuatro de la tarde tembló en la ciudad de Bogotá, un sismo de 6.6 sobre la escala de Richter y parecía como las escenas que muestran de los temblores o terremotos en las ciudades de Japón en los edificios altos.

Lo primero que sentí y me causó sorpresa fue un chirrido en los vidrios de las divisiones de madera, parecía que se iban a reventar los vidrios, era impresionante y no entendía porque los vidrios de mi oficina se iban a reventar, luego sentí que el piso vibraba y el sonido de los vidrios de la división era impresionante.

Cuando miré el panel japonés como se ladeaba de un lado para otro comprendí que estaba temblando y era más y más intenso y cuando miré para el lado de la oficina de mi hermano, ví que los cuadros, los muebles y la oficina misma se movía de norte a sur. Fue un temblor fuerte y largo, impresionante.

Le oré al padre celestial, a la virgen santísima, invoqué a María Auxiliadora, a los ángeles, a los arcángeles y a mi papá, a mi papá le pedí que me protegiera porque por primera vez en mi vida sentí que el bendito piso 12 con todo el edificio se iba a caer, si me pillaba en el piso 12 grave, en las escaleras grave y en el primer piso también.

Algo en mi corazón me decía que tenía que salir del piso 12, fue tan fuerte el movimiento y el pánico de la gente que me dio miedo y sentí impotencia y le pedí a Dios que tuviera misericordia de todas las personas, de todos los lugares, de los animales y del lugar del epicentro porque si en Bogotá se estaba sintiendo así, no me quería imaginar que estaba sintiendo la gente que estaba más cerca.

Cuando paró, tomé mi mochila, cerré todo bien y me fui, sentí que la Madre Naturaleza está reclamando y pidiendo no más atropellos, también sentí esa fuerza, ese poder, esa energía y que los seres humanos estamos hinchados de una prepotencia y un orgullo, yo no sé de qué y que elegimos alimentar lo insano y enfermizo en lugar de alimentar lo positivo.

En medio del temblor tuve una visión sobre la humildad que debemos tener y lo que debemos alimentar.

Somos carne, somos materia, más esa dimensión de la carne y de la materia es finita, hay algo más allá, algo infinito en nosotros que no alimentamos y que descuidamos casi todo el tiempo.

He vuelto a mi parte infinita por la muerte de mi padre, por su partida, por su trascendencia y he sentido mucho a mi padre desde ese mundo infinito, sé que se transformó y también sé por él y por todo lo que he vivido después de su partida, que el amor es lo más importante.

Ante el poder o fuerza de la madre naturaleza solo queda tener humildad, conciencia, respeto y compromiso.

Me duele en el alma la muerte del perrito Príncipe, NO HAY DERECHO. El perrito Príncipe trascendió y está afortunadamente en el cielo de los perritos.